domingo, 16 de noviembre de 2008

" Y DE VERGÜENZA SE ENCENDIO MI CARA "

Gabriel del Río siempre tuvo una gran sensibilidad ante la injusticia y en este poema nos lo muesta, que es duro, como la dura realidad, esa realidad que se muestra ante nuestros ojos día tras día, esa realidad que muchos nos quieren ocultar, pero que no podemos ni debemos olvidar


sábado, 15 de noviembre de 2008

Corrido que no es corrido para un noviembre que no es mes


De entre los capítulos de la historia mexicana, el que más apasionaba a Gabriel del Río era el de la Revolución de 1910. Una revolución que no revolucionó, como la llamaría él en uno de sus poemas.
Nada mejor que traer a colación este texto con la cercanía del 20 de noviembre y sus celebraciones desmesuradas en un país en donde aún hay millones de pobres


Corrido que no es corrido para un noviembre que no es mes

Gabriel del Río


Que cuenten las consejas de los pueblos
la historia de Noviembre Peñaloza,
el rengo que escaló el más alto cerro
por cortar rebanadas a la aurora.

Brillaba su caballo, como brillan
los pedazos de vidrio con la luna
y noviembre llevaba, una a una,
sus quimeras colgadas de la silla.

Que cuenten las consejas de los pueblos
cómo noviembre hilvanó un rosario
de balas cabalgantes que prendieron
como viruelas en el campanario.

Era mayo y noviembre lo sabía;
abrían las rosas, tras la celosía
de la lluvia, sus senos palpitantes
y el ay de sus espinas lacerantes.

Los ojos de noviembre, capulines,
retratos de la noche campesina,
eran dos justicieros serafines
con espadas de luz, en la colina.

Buscaba liberar de los torzales
al campesino del arado largo
y formó su vivac tras los nopales,
para hacer un fusil con su letargo.

Noviembre vomitaba balaceras,
como si fuera cómplice del diablo
y robaba lo verde a sus trincheras,
para reverdecer su pie de palo.

Pero, de pronto, enmudeció la tierra
y el granizo de plomo se detuvo
y por la cabellera de la sierra
se vieron ascender dragones de humo.

Las nubes se llenaron de carbones
y se eclipsaron un millón de soles
y cayó del pirul una sordina
para el grillo del alma campesina…

Un resplandor iluminó la choza
de la quimera, sobre el campo ralo
y del cojo Noviembre Peñaloza
sólo quedó su extremidad de palo.

Que cuenten las consejas de los pueblos
la historia de Noviembre Peñaloza,
el rengo que escaló el más alto cerro
por cortar rebanadas a la aurora.

¿Por qué desfilas, pueblo?


"Escribiré un artículo, especie de entrevista con Rubén Olivares, el boxeador por muchos años ídolo de la afición. En una reunión del Club Primera Plana, a la que fue invitado junto con el también ex pugilista Ultiminio Ramos, platiqué con Olivares de muchos temas que servirán para el artículo: algunos recuerdos de sus combates, juicios sobre boxeadores a los que él admiró antes de comenzar su carrera, críticas a la comercialización excesiva del boxeo actual, etcétera.
Pero en la plática recordamos la ocasión en la que Gabriel, mi hermano, lo invitó a acompañarlo en un recital sobre el cuadrilátero de la Arena Coliseo, esa pequeña catedral del boxeo hoy cerrada. Previamente, Gabriel lo hizo ensayar algunas de las poesías incluidas en el recital. Fue un éxito. Olivares en alguna ocasión, en una entrevista, recordó a Gabriel, a quien llamó su maestro de actuación y de literatura.
Pues resulta que en la sesión de preguntas y respuestas, habitual en las reuniones del Club, yo le pedí a Olivares que dijera algo sobre su experiencia en aquella función de la Coliseo y él entonces recordó a su maestro y no sólo eso, sino que dijo, con buena entonación y justeza, un trozo de este poema, de Gabriel."

Salvador del Río

Periodista y hermano de Gabriel del Río



¿Por qué desfilas, pueblo?
Gabriel del Río
¿Por qué permites pueblo,
Que te exhiban así
el veinte de noviembre
como mono de circo?

¿Por qué dejas que muestren
tu cuerpo desnutrido
tus desnudeces flácidas
y tus jóvenes ojos
de obsidiana marcada
con rencor infinito?

¿Por qué aceptas que digan
que eres feliz y fuerte,
pujante deportista
si basta con mirarte
y observar tu barriga
para saber que comes
sólo chile y tortillas?

¿Por qué desfilas, pueblo,
el veinte de noviembre,
si los usufructuarios
de la revolución
están en sus palacios
y lucen en sus manos
anillos de brillantes
y tienen en sus mesas
los mejores manjares?

No dejes que te saquen
el veinte de noviembre
por las calles soleadas
a exhibir tu estatura
de pigmeo desnutrido
para que el mundo crea,
a través de la prensa,
que eres fruto magnífico
de un proceso social
y no burla de pillos.

El veinte de noviembre
exhibes tus piruetas
como mono de circo
y el veintiuno regresas
a los talleres fríos
a la tierra reseca
a tu banco y tu mesa,
a ignorar tu destino.

Tú no eres deportista.
Que no lo digan.
Recuerda de tu vida
las tristes experiencias
y las ansias fallidas
en las justas olímpicas.

No dejes que te exhiban
en desfiles grotescos.
¡Levántate y exige
Que te den el sustento,
que te curen las llagas
y no te falte techo,
que no vistas harapos,
que seas un pueblo nuevo
y que empuñes como arma
la luz del alfabeto!

miércoles, 29 de octubre de 2008

Pueblito

Actor egresado del Instituto Nacional de Bellas Artes, Gabriel del Río participó en 1962 en la película Pueblito, dirigida por Emilio Indio Fernández, en la que compartió créditos con actores como Fernando Soler, María Elena Marqués y Lilia Prado.
Aquí, un video del citado filme, en el que aparece el poeta al lado de Fernando Soler en su papel de Gilberto.

Y de vergüenza se encendió mi cara


En su época como periodista, Gabriel del Río tuvo ocasión de conocer de cerca a campesinos encargados de la siembra del ixtle.
De ahí surgió este poema que habla en su nombre como en el de tantos otros mexicanos sin protección ni apoyo.


Y de vergüenza se encendió mi cara
Gabriel del Río

Ya estoy aquí en la vida placentera
y no puedo olvidarte compañero,
con tu sol y tu cera
y el inmenso desierto
que a tu cuerpo se pega
y te sigue hasta el pueblo,
lamiendo tu tristeza
como perro faldero
Pasé por la tribuna donde se habla
de justicia social y de progreso
y recordé tu cara
y tu roto sombrero
y tu vida sin pan
y tu huérfano cielo;
tu candelilla mustia
y tu ixtle sangriento.
Crucé por los caminos donde al hombre
le ha nacido pelambre de borrego
y a las urnas lo llevan en caminones
a votar, insensible, sordo y ciego…
Pasé por los poblados donde el yanki
con migajas de pan abyecto
conquistó al minero…
Pasé por la tribuna donde se habla
de justicia social y de progreso
y recordé tu casa
y tu huérfano cielo
y tu vida sin mancha
y tu inútil lucero;
tu candelilla mustia
y tu ixtle sangriento
y el agua sucia y turbia
que bebes por calmarte
la sed del cuerpo enfermo
y la muerte de tu hijo
en medio del desierto;
las voces de los niños
y sus barrigas de hambre
y el puño que se cierra
y la fuerza que nace
y el norte, sol y cera,
queriendo liberarse.
Y de vergüenza se encendió mi cara
al soportar aquello, compañero
de mirar la tribuna donde se habla
de justicia social y de progreso.

EL SOCIO


Como periodista, Gabriel del Río tuvo ocasión de conocer de cerca problemáticas de ciertos sectores de la población mexicana más desprotegidos que otros.
Uno de ellos fue el de los mineros, cuya situación no ha cambiado ahora con respecto a la que retrata el autor en su célebre poema El Socio.
Como nunca, el eco de sus palabras resuena en estos tiempos de reformas petroleras y entreguismo hacia los extranjeros.


EL SOCIO
Gabriel del Río

Todo está ya dispuesto para el parto;
va a dar a luz la tierra, por la herida
que le hicieron sus hijos con las manos,
trabajando en el fondo de la mina.

Por túneles de sangre y silicosis,
el minero sin luz suda y se arrastra;
ha creado bajo el sol la eterna noche,
abriendo las entrañas de la patria.

El fruto sera ópimo y excitante;
correrán cataratas de monedas;
habrá para comprar playas y yates,
autos, joyas, prostíbulos y aldeas.

El minero también tendrá su parte;
que se administrará en pequeñas dosis;
alcanzará la vida para darle
su ganancia de sangre y silicosis…

Pero un día, del fondo de la tierra,
de la entraña sangrante de la patria,
donde el dolor del hombre es plata y piedra,
se alzará la justicia de los parias.

Barro y bronce serán los nuevos frutos
de la mina, con verdes de esperanza.
¡Harán estremecer al socio rubio
las voces de Cuauhtémoc y Cuitláhuac!

El látigo vendrá del cielo obscuro,
Como rayo que cruza la montaña.
¡Irá en busca del sucio socio rubio
a expulsarlo del centro de la patria!.

domingo, 26 de octubre de 2008

POEMA " EL ELOTE "




Es sorprendente como el poeta Gabriel del Rio, tomando un elemento tan nuestro como es el elote, hace un poema tan profundo, que nos muestra una verdad tan dura, pero tan cierta, una realidad que muchos quieren ocultar, pero que muchos no podemos ignorar. Declamado en su voz prodigiosa este poema nos llega a lo mas profundo del alma, mueve nuestros sentimientos y a mas de uno nos humedece los ojos.

sábado, 18 de octubre de 2008

POEMA " MEXICO NIÑO "



Hay quienes han podido trascender mas allá de su muerte, éste es el caso de Gabriel del Rio, quien nos ha dejado su obra impresa, pero también nos ha regalado su voz, con la cual podemos recrearnos recordando su poesía, la cual es bella, pero es un verdadero deleite escucharla en su propia voz.......... nadie como él para declamarla.

lunes, 13 de octubre de 2008

La Rebelión de las Flores


En los últimos años de su vida, Gabriel del Río pugnó por seguir publicando su poesía.
Pero las editoriales le cerraron la puerta con el argumento de que la poesía no era algo rentable en nuestros días.
Sin embargo, hasta su último aliento y en sus últimos trabajos, el autor siguió defendiendo la idea de que la poesía era una necesidad básica en un mundo cada vez más insensible.
Este es el poema que le da título a su primer libro de poesía.


LA REBELIÓN DE LAS FLORES

Gabriel del Río


Una tarde de mayo,

las flores decidieron

renunciar al perfume

y levantarse en armas

e incendiar con el rojo de su ira

todo lo que en la tierra se encontrara

listo para parir

la abyección ancestral de la injusticia.

Les pareció a las flores

que había que dar colores encendidos

a las pálidas frentes de los niños

que, descalzos, caminan

y tienen solitario el intestino.


Meditaron las flores

sobre el crimen de lesa humanidad

que cometen los toscos

y ventrudos magnates

que hacen de la política

un modo de lucrar

y no una ciencia

para dar al que sufre

un edén terrenal.

Pero he aquí que las flores,

las perfumadas flores

que sólo oyeron el jadear

del desigual combate,

que entregaron su vida

bajo el casco salvaje

del caballo del héroe,

no contaban con armas respetables,

no podían sembrar muerte

y en sus manos inermes

sólo tenían colores: amarillo, violeta,

rojo, morado, verde.

¿Qué hacer para acabar con la injusticia?
Por eso decidieron

renunciar al perfume,

hacer huelga de néctares

y dejar olvidadas

para ocasión mejor

las vibraciones.

No volverían a estar

en ramos aristócratas,

ni a ser regalo para las rameras

mientras un niño triste

comiera panes duros

y no fuera a la escuela.

La huelga de las flores

-de colores caídos,

de aromas olvidados por los hombres-

empezó en una tarde

calurosa de mayo,

en un ejido pobre.

Desde entonces los campos

se vistieron de luto

y el agua no bajó de las montañas

y el frío hizo presa de los nidos

y todas las muchachas

dejaron de reír y no hubo trinos,

ni arados ni silbatos en las fábricas.

Fue entonces cuando el amo

dejó el látigo en casa

y cayó la primera letra negra

en la página blanca.

El elote


Un día, conversando con su hermano Salvador, Gabriel del Río sostenía que se podía sacar poesía prácticamente de cualquier objeto, paisaje o persona.
Su hermano le sugirió entonces realizar un poema a lo primero que vio en el camino: un elote.
El resultado son estos bellos versos con un alto grado de protesta y nacionalismo.


EL ELOTE

Gabriel del Río


De la milpa a la ciudad

vino el elote en el viento,

cruzando mares y ríos,

llanos, veredas y cerros,

para llegar, fatigado,

en busca de Juan Anselmo.

Llegó a la urbe dormida,

huérfana de limoneros

y se sentó en las esquinas,

junto a cuatro basureros,

a dormitar y a esperar

que pasara Juan Anselmo.

Nadie pisaba el asfalto

de la calle sin luceros;

la madrugada era gris

y el suave viento de enero

venía de correr parranda,

despeinado y casi muerto.

El elote sintió frío,

del frío que cala huesos;

dentro del bote con agua

caliente se creyó enfermo,

de tanto y tanto esperar

que pasara Juan Anselmo.


Dos trenzas venían con él,

dos trenzas de negro pelo

que también habían salido

en busca de Juan Anselmo.

Nunca supo nada de él

desde que él se fue del pueblo

con rumbo de la ciudad,

con los ojos muy abiertos

para tratar de encontrar

trabajo seguro y bueno.

De la fábrica emergieron,

fatigados, los obreros

y se untaron por la calle,

seguidos por doce perros.

El elote los vio ir

cuando se metió el portero;

por ellos supo que estuvo

en el taller Juan Anselmo,

pero que de ahí salió

para irse de bracero

a los Estados Unidos,

con huellas de hambre en el cuerpo.

Hambre que salió con él

cuando desertó del pueblo,

lo acompañó en el taller

y lo llevó de bracero...


Adiós, que te vaya bien;

¿cuándo vendrás, Juan Anselmo?

Aquí te espera el elote

junto a cuatro basureros,

viendo en las tardes salir

de la fábrica al obrero

¡y arrastrarse por la calle,

seguido por doce perros!

miércoles, 8 de octubre de 2008

Las raíces y los frutos de Gabriel del Río

Todo personaje tiene orígenes y en algunos casos da frutos. En el caso de los poetas no es distinto y a veces sus vidas transitan de modo tan metafórico como su obra misma.


domingo, 5 de octubre de 2008

CANTO DE MOCTEZUMA ILHUICAMINA


La sinopsis el libro Desde la Azul Entraña (Edamex, 1997) reza: "El poeta autor de este libro comete el delito de estar comprometido con las lágrimas del pueblo, con el infinito sufrimiento de los que nada tienen y con el ensangrentado camino de La Patria saqueada, vendida y pisoteada.
"Por tanto, pudiera ser que este libro no dijera nada a los intelectuales agrupados en capillas ni a los gobernantes tecnócratas. Al autor eso no le importa, con tal de que diga algo a los pobres, a los obreros desamparados y a los labriegos tristes, a los indígenas descalzos y a los niños sin mañana, a los estudiantes que viajan en Metro o en Combi.
"¿Para qué quiere más? Al poner este libro en tus manos, amigo lector, tú lo juzgarás mejor que nadie. Que llegue a tu alma es lo único que importa, para que no sea verada que los poetas son una especie en extinción".






CANTO DE MOCTEZUMA ILHUICAMINA





Gabriel del Río





Desde el tierno regazo de mi madre


princesa matlacinca,


supe que vine al mundo


para flechar al cielo,


para ser Moctezuma Ilhuicamina


el monarca rodeado de hechiceros





Mixcoátl me entregó al trono


del luminoso imperio


porque yo fui el guerrero


que condujo al fragor de la batalla


al poderoso ejército


siempre en son de conquista,


porque también Itzcóatl me dio la chispa


del pedernal contra la cobardía.


Y extraje el corazón negro del miedo;


mi valor era inmenso;


nunca me amedrentó el enemigo,


porque si de rival yo derramaba


la sangre, la ofrecía a Hutzilopochtli


y él al imperio azteca engrandecía


y hacía con su grandeza


cuchillos áureos con piedras en derroche


para rasgar los velos de la noche.





Me heredaron su corazó bravío


los que un día llegaron desde Aztlán.





Tengo la habilidad de Acamapichtli


y también de Tenoch para pactar


y a hurtadillas la gloria conquistar.


Entretejí, como ellos, en mi alma,


multicolores plumas


y pedazos de luna


para hacer mi ciudad más bella y diáfana.


Y la hice majestuosa


y la libré de la furia del agua


que con diques detuve cuando supe


que las serpientes cristalinas iban


a labrar su desgracia.


Y di a la mujer pública castigo


y a la adúltera, muerte


y al ebrio y al ladrón, el desprestigio


porque mi imperio habría de ser de jade,


de oro y obsidiana


de sedoso plumaje


y de atmósfera limpia y perfumada.





Una cima bañada de esplendor


le di al Templo Mayor.


Y enriquecí los silos


y hasta la orilla azul


del mar que un día traería al extranjero


llevé el poder inmenso de mi ejército,


mis magias y mis mitos,


la fuerza de mi imperio


y el rojo corazón de mi enemigo.





Pero una noche negra


a mi imperial ciudad le pondrían sitio.


El águila caería sobre el teocali


y empezaría el azteca sacrificio,


sepultando a la Gran Tenochtitlán


bajo el polvo inclemente del olvido.



sábado, 27 de septiembre de 2008

Que nadie hable de Zapata


Estudioso, como era, de la historia de México, Gabriel del Río sentía una especial pasión por el capítulo de la Revolución Mexicana.
De entre sus personajes, Emiliano Zapata siempre fue el favorito y de ahí que exista una clara presencia del caudillo en su obra poética.
En el caso de Que nadie hable de Zapata, se trata de un poema cuyo ritmo y lenguaje recuerda mucho a los términos coloquiales que se empleaban en los ya célebres corridos mexicanos de la época.


Que nadie hable de Zapata


Gabriel del Río Ortiz


Los trigales tienen hambre,
los maizales tienen sed,
porque Zapata se fue;
pero los nardos lo saben:
él no se fue por su pie

Bajo una lluvia de plomo
se prendió en su pecho el rojo
y el verde en su oscura tez.

El pueblo se lo decía:
"No, Calpuleque, no vayas;
Guajardo de te va a matar
y en la noche de tus ojos
los rosales llorarán".

"Milano, no te confíes;
no dejes de cabalgar;
de una nube a otra sigue,
hasta tu sueño alcanzar.

Los cascos de tu caballo
ya nunca descansarán;
por ensagrentadas piedras
tu simiente buscarán.

Por los campos de Morelos
los ancianos y los niños
soñaron que regresó.

¿Dónde está quién lo soñó?
¡Que lo lleven a la cárcel
y para él no haya perdón!

Que nadie hable de Zapata
si no es un buen orador
que pueda hacer demagogia
con una revolución
que no revolucionó;
que nadie trate de ver
en los ojos de carbón
del Calpuleque caído
una luz de redención.


Compadre, cierre la boca;
no diga que no comió.

Cerró la boca el compadre
y así la mosca no entró

¡Viva Emiliano Zapata
con sus espuelas de plata!


Que se diga en la tribuna
del partido institución;
pero que a nadie se ocurra
revivir la rebelión;
que a nadie le quepa duda:
el cumplió con su misión,
aunque se obligue al labriego
a una abyecta sumisión.


Dicen las flores del campo:
"¡Zapata resucitó!".

Compadre, cierre la boca,
no diga que no comió,
si no quiere ir con sus huesos
a la cárcel... o al panteón.

martes, 23 de septiembre de 2008

HAIKAIS DE LA OBRA DE GABRIEL DEL RIO


PUBLICADOS EN SU LIBRO "UNIVERSO CAUTIVO "
Editorial Campanario . 1982


El Haikai produce una sensación de paz y de enorme belleza en quien lo lee.
El Haikai surge de la contemplación del poeta de algo tan cotidiano y a la vez tan
hermoso como una flor, un atardecer, un árbol, una estrella.... el amor.
No cualquiera será capáz de transmitirnos en un Haikai la grandeza y lo
profundo de lo cotidiano, GABRIEL DEL RIO lo logra con maestría.
He aqui algunos de estos bellísimos Haikais


La erguida cima
se hizo un nupcial vestido
de nube y brisa.

Puente musgoso:
te quiero por anciano,
por quejumbroso.

La espiga nace
y llora por los niños
que tienen hambre.

Temblor de nardos
la lluviosa mañana
la de ojos pardos.

El arroyito
amaba a sus guijarros
por pequeñitos.

Es la erosión
lamento de la tierra
sin redención.

Aquel bejuco
de largos brazos tiernos
amaba mucho.

Era un abril
cuando el lago vestía
de azul añil.

Desfiladero
que asustas a las nubes
por hechicero.

El ruiseñor,
por amor a una rosa
se hizo cantor.

Transcribió: Mi Lupis

lunes, 22 de septiembre de 2008

El Rebozo


El Rebozo es el poema más importante en la obra de Gabriel del Río. Está inscrito entre lo mejor de las letras mexicanas del siglo XX, a pesar de que las inercias gubernamentales han impedido que se le dé la difusión que merece.

Se trata de un poema exquisito que, de principio a fin, relata cómo llegó a México esta prenda de vestir y cómo de ser un accesorio para las clases pudientes acabó convertida en el paño de los humildes.

El Rebozo, poema que se publicó de manera individual, ha sido declamado en poesías corales e individuales de muchas escuelas y es el ejemplo más claro de la maestría que lograba Gabriel del Río al escribir.




EL REBOZO
Por Gabriel del Río Ortiz

El rebozo mexicano
se fue a la sierra sin miedo,
rayo de luz en la noche,
virginal azul de incienso.
Terciado por los caminos
que descienden de los senos,
nostalgia de plumas de ave
en el leve rapacejo.
Se fue a la revolución
porque era parte del pueblo
y hacía suyas sus desdichas
y compartía sus anhelos.
El rebozo nunca quiso
vivir con los privilegios,
sino compartir el pan
y la sal del sufrimiento
Un día llegó por los mares:
lo traían en cautiverio,
venía en la Nao de China,
su prisión y su sendero
y brillaban con la luna
los caminos de sus flecos.
Era mantón de Manila
que llegaba a mundos nuevos,
serpientes de cascabel
y peces de cuerpo entero
con escamas relucientes
traía el chal aventurero.
Cien mil gusanos de seda
en un moral le habían hecho
su cuerpo de lluvia fina
y el rocío de sus dedos.
Llegó a hurtadillas, sin ruido,
por el misterioso piélago
y se convirtió en huipil
y en mantilla de paseo,
punto de cruz, chupamirto
y receptor de luceros.
Salió de la alcaicería
en su cajita de cedro,
pero a través de un anillo
pasó su cuerpo primero,
cuerpo dúctil, serpentino,
corporización del viento.
En Santa María del Río
subió a la ermita del cerro
y se entregó a la doncella
el día de su casamiento
y le rodeó la cintura
con sus largos dedos tersos
y le acarició los hombros
y se le prendió en el pecho
El rebozo de bolita
brilló bajo el sol de enero;
se vistió de plata y oro
en el matinal paseo
y presenció los rubores
nacidos del primer beso.
Asistió a la fiesta brava
y también al jaripeo
y en Veracruz se anudó
en mágico zapateo;
fue a salones elegantes
con damas y caballeros
de la rancia aristocracia
del México palaciego.
El aroma de Oaxaca
lo impregnó en caminos viejos
y una ollita de mezcal
lo volvió dicharachero;
luego bailó la sandunga
con ritmo, gracia y salero
y con el son jalisciense
echó sus penas al viento
y se humedeció los labios
con rompope del convento
en Puebla, donde los ángeles
de añil tiñeron al cielo.
Pero no se sintió a gusto
con aquello ajetreos
y prefirió ser abrigo,
cuna y mortaja del pueblo
y compartir sus tristezas
y ser su fiel compañero,
lo mismo al tomar las armas
que al rezar el Padre Nuestro,
en el hambre y la quimera,
en el cruel alumbramiento
y en el callado camino
a reunirse con sus muertos.
Para ese rebozo amigo
es el cincel de mis versos
porque lleva entre sus pliegues
carnes morenas del pueblo
y trenzas bien apretadas
de negro y frondoso pelo,
porque es un paño de lágrimas
y cruz en el cementerio;
porque en medio de las balas
sube a la sierra, sin miedo,
rayo de luz en la noche
¡virginal azul de incienso!
* Transcripción y foto del cuadernillo (2004), Orlando del Río

domingo, 21 de septiembre de 2008

HAIKAIS DE GABRIEL DEL RIO


En la rica y robusta poesía lírica en lengua española apareció , a principios del siglo XX, una joya nueva, extremadamente delicada y frágil, como un chispazo inesperado. De Japón, donde el Sol nace, nos llegó este género de poemas serenos y amables como el amanecer, se origina la Tanga y después nace el Haikai. En el Haikai el bello pensamiento ha de expresarse ahora en sólo tres líneas, con diecisiete sílabas repartidas en un grupo de cinco, uno de siete y otro de cinco ¿ Quién podría realizar esta hazaña ? Cuando se es poeta , ésto, casi imposible, llega a parecer fácil. No son muchos los que, en nuestra lengua, han destacado en este género. GABRIEL DEL RIO lo intentó y lo logró plenamente, él fué un gran poeta, tuvo la sensibilidad necesaria. Y al escribir sus Haikais ha trascendido mas allá de lo que él mismo imaginó.....

Podemos ahora disfrutar de algunos de sus Haikais, después... disfrutaremos de otros, pero hoy regocijémonos con éstos



En la mañana
el sol, espada de oro,
por mi ventana.



Tiembla de frio
el hilito de sol
del bosque umbrio




Busca a su hermana
la estrella solitaria
de la mañana



Con los luceros
juega al teatro el más grande
titiritero




Luz propia y bella;
aprende la luciérnaga
a ser estrella



Es miniatura
de la noche aquel pozo,
con su negrura


Amor del bueno
nació en el campanario
bajo un lucero


En el estío
tiene voz de juglar
el viejo rio



Transcribió: Mi Lupis

Viento


Viento es el primer poema que aparece en el libro La Rebelión de las Flores (Editorial Campanario), el cual fuera presentado en la Pulquería Los Dos Cacarizos.
¿Por qué elegir una pulquería para presentar un libro de poesía? Pues porque Gabriel del Río consideraba que el pueblo tenía la sensibilidad suficiente para apreciar el arte y, por ello, a lo largo de su vida luchó porque sus versos fueran accesibles a la gente humilde.
Viento es un experimento en el que Gabriel del Río intentó una nueva forma de presentar su poesía, con sílabas que rimaban según el principio y no el final de cada palabra.
Este ejercicio es muy notorio especialmente en los primeros versos: “Y si viene el viento vendiendo granizo/presto pregonando primaveras rubias“.
En algún momento, este poema fue musicalizado, aunque esta versión no se dio a conocer más allá del seno de la familia Del Río y sus allegados.


VIENTO
Gabriel del Río

Y si viene el viento vendiendo granizo
presto pregonando primaveras rubias
en vano le envidio su color cobrizo
y los nerviosismos de sus alas turbias.
Y salgo a la calle callando su canto
para que me venda canicas de hielo
que se me deshagan jugando, entre tanto
yo pienso que vienen de lejos, del cielo
Quisiera quitarme las gruesas cadenas
de la humana forma que preso me hizo
y azotar el rostro de rosas serenas
como el viejo viento que vende granizo.

* Imagen tomada del blog Vivencias de un Soñador, de José Catalán Miguel.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Epístola a López Velarde


En 1921, el poeta zacatecano Ramón López Velarde publicó el célebre poema La Suave Patria (http://www.poesi.as/rlv006.htm), para un México que entonces aún lucía inocente, hermoso y lleno de esperanza.
Muchas décadas después, a mediados de los años noventa, Gabriel del Río escribió la Epístola a López Velarde, una respuesta de la Patria al bardo de Jérez, Zacatecas.
De hecho, Gabriel del Río agregó a su libro Desde la Azul Entraña, el subtítulo Respuesta de la Patria a Ramón López Velarde.
Admirador de la obra del zacatecano, y en especial del poema La Suave Patria, Gabriel del Río intentó mostrar la manera atroz en que había cambiado México de como lo concibió López Velarde a como lo veía él mismo a punto de terminar el siglo XX.
El resultado es verdaderamente magistral, muy propicio para los tiempos que corren.



EPÍSTOLA A LÓPEZ VELARDE

Gabriel del Río


Escucha donde estés,
López Velarde, te habla la suave patria de tu canto.
Para ser siempre igual ya se hizo tarde;
sólo la transparencia de mi llanto
recuerda que mi ser es impecable
y mi alma diamantina y adorable.
Las alegres muchachas ya no estallan
en tardes con olor a yerbabuena,
sus tristes corazones sólo callan,
porque el roto país llora su pena.
Han olvidado su fragante risa
y ya nunca empitonan la camisa.
Está en riesgo mi música de selva
por el uso abusivo de las hachas,
ya no hay gritos ni risas de muchachas,
ni amor que en pentagrama se resuelva
y el pájaro de oficio carpintero
guarda un silencio gélido y austero.
Te confieso, Ramón, mi superficie
ya no es maíz, sino terreno yermo;
al ras del mar, igual que en la planicie,
de la milpa el Señor se siente enfermo.
No se escucha el clamor de los labriegos
en donde todos son sordos y ciegos.
Ya mis minas no son aquel palacio
del rey de oros, alegre y opulento,
ya sólo son un tenebroso espacio,
una entraña sin vida y sin aliento,
exprimida por la brutal codicia
y víctima mortal de la ictericia.
Ya no brota la música argentina
de la cueva vestida de oro y plata
sólo quedan despojos de la mina,
petrificadas gotas escarlata,
que un minero de roble, taciturno,
dejó cuando acabó el último turno.
Del establo que el Niño Dios me diera,
ternura de henos y mugir de vacas,
ya no brota la leche mañanera,
porque las vacas han quedado flacas.
Ya no son el bucólico rebaño
ni el sustento de niños, como antaño.
Del petróleo no tengo los veneros
porque Satán, traidor y veleidoso,
anda en tratos con viles extranjeros
y no puedo librarme de su acoso.
Inscrito en el más triste anecdotario
para mí el oro negro es un calvario.
Tú no viste, Ramón, cuando una tarde
Tata Lázaro dijo que era mío
y bajo el sol, en el ocaso que arde,
lo arrebató del extranerjo impío.
Su voz libertadora en lontananza
se volvió yacimiento de esperanza.
Hoy otra vez renace la codicia
y el enemigo vuelve a la acechanza,
regresa por caminos de inmundicia
y entreteje sus redes de venganza
y yo, sin la riqueza petrolera,
ya no volveré a ser lo que antes era.
En mi gran capital ya no hay una hora
que vuele ni tenga sentimientos,
ya no va en carretela -y la añora-,
paralizada en embotellamientos.
Y en mi provincia, el reloj sin ruido
de aburrimiento se quedó dormido.
Ya no visto percal y el abalorio
se volvió cristalina agua de río,
mis fiestas se tornaron en velorio
y mi incierto destino en desafío.
No soy inaccesible al deshonor,
porque ya me ha vendido algún traidor.
El tren que antaño iba por la vía
hoy es enmohecida y vil chatarra,
desgracia que al país duele y desgarra
en su mustia y endeble economía.
Muy pronto venderán esos despojos
y ya sólo tendré sendas de abrojos.
Ya no hay noches que asusten a la rana
porque ya hasta las ranas han perdido
el candor nacional, el que era un nido
de virtudes y besos, de lozana
risa de niños, tierna algarabía
en madrugadas de milagrería.
Mi alma dejó de ser equilibrista
y de mestiza no me queda nada,
porque ya sólo soy, ante el turista,
raza de bailadores de lambada.
La ofrenda de aguamiel, fragante y sana,
es hoy ofrenda vil de mariguana.
No soy la Suave Patria diamantina
del santo olor a la panadería,
soy la que sin esta repentina
crisis en espiral, feliz sería.
Ya mis palomos se volvieron viejos
y no tengo las calles como espejos.
Ya no regalo notas a mis hijos
cuando nacen ni cuando van creciendo.
Mi melodiosa voz se va extinguiendo
y mi numen dejó de ser prolijo.
Cambiaron mis canciones de ribete
por monótono y pobre sonsonete.
INTERMEDIO
Yo Cuauhtémoc, Joven Abuelo,
también te hablo, Ramón.
Es que quiero contarte
mis cuitas, relatarte
todo lo que sufrí por mi piragua,
por mis dioses, mis cerros y hondonadas,
por mi estrella fugaz,
por mi triste pirámide,
por mi arco y mi flecha,
por mi doliente raza macerada.
Vuelvo a sufrir ahora
cuando miro a la patria mancillada,
cuando el amo del norte,
el ambicioso rubio,
el yanqui aventurero
la tiene acorralada.
Sí, como César el rubor patricio
me cubre el rostro en medio del inicio
de vergüenza infinita
que a llorar nos invita.
¡Después de tantos siglos
volverme a separar del pecho curvo
de la emperatriz!
¡Imperdonable obrar
del insolente hijo de alguna meretriz!
SEGUNDO ACTO
Mis hijas ya no son aquellas hadas
ni visten con las redes de mi sol,
sino con ropas sucias, desgarradas,
y con aliento de corriente alcohol.
Me han dejado sumida en la incultura
Patria Suave en la noche más oscura.
Son mito nuevamente mis ensueños
y mi bendito pan ya no es de trigo;
es de lágrima viva y va conmigo,
porque ahora soy de muy extraños dueños.
Ya no estreno mi lujo y la pobreza
se extiende como sombra de tristeza.
En piso de metal no vivo al día,
porque mis días son desesperanza,
he perdido, sin fe, toda confianza
y mi alacena está triste, vacía.
El hambre se refleja en la mirada
de niños que no tienen alborada.
Yo ya no soy vendedora de chía,
con mi vendimia me he quedado sola,
porque todos prefieren Coca Cola.
Siento que llega la miseria fría.
San Felipe no puede darme un higo,
porque ya ni siquiera está conmigo.
Mi imagen, mi Palacio Nacional
recuerda, taciturno, que su historia
fue grande, y sus recuerdos, como noria,
entran a un pozo trágico y letal.
El 15 de septiembre, con paciencia,
mira a un pueblo que grita sin conciencia.
La juventud ya nada oculta en mí,
porque a ver a su patria no se asoma.
Las aves no hablan nuestro mismo idioma,
que les parece cosa baladí.
Hasta ellas hablan en inglés fluido,
en vez de ser caricia en el oído.
Ya no tengo frescura de tinaja
ni de rebozo. Sola en el olvido,
mi azul respiración ya se ha perdido
y es un hálito leve de mortaja.
Si mis julios ahogan, no hay inmenso
frescor sutil de mi peinado denso.
Mi balcón de las palmas bendecido
el domingo de ramos, se ha olvidado.
Aquella fiesta el tiempo ha sepultado
y yo, llena de sombras, no trepido.
El ánimo de antaño ya está muerto
y mi espíritu alegre es un desierto.
Mi corazón ya no es un campanario,
sino una torre sola, gris y muda;
si es más feliz que yo, nadie lo duda,
el ave taladrada en el rosario.
Mi trigarante faja de alas bellas
ya casi se volvió barras y estrellas.
No puedo ser igual, me han transformado,
me han arrojado, crueles, al abismo.
No soy la Suave Patria que has amado,
sino el traspatio del imperialismo.
Sin piedad mutilaron con navaja
mi carreta alegórica de paja.
* Retrato de Gabriel del Río de la autoría de Humberto Chávez Cabrales

martes, 16 de septiembre de 2008

México Niño

México Niño fue uno de los poemas consentidos del autor.
En él es claro el conocimiento y amor que Gabriel del Río tenía sobre la historia de México.
Prueba de ello son sus referencias a la época de la Conquista, las posteriores invasiones de Francia y Estados Unidos y la época actual, con sus tecnócratas incluidos.
Aunque no le tocó verlo en vida, Gabriel del Río vislumbró un futuro brillante para México el día que decida despertar de su letargo.
Se trata de la versión extendida de México Niño, publicada en el libro Desde la Azul Entraña (Edamex, 1997). Los tramos que el autor aumentó al poema original, que es el publicado en La Rebelión de las Flores, están resaltados con cursivas.




MÉXICO NIÑO
Gabriel del Río

México Niño de leyenda oscura,
de la que emana luz, a borbotones,
luz de centauros, de palabra dura,
aire de trópico, plenitud de soles.
México de tragedia en las espuelas,
México del rebozo que protege,
en tu orfandad de siglos siempre llevas
el clavo ardiente de tu amarga suerte.
La cruz del español hirió tu entraña
y extrajo barras de oro amarillento
y para que al robarte no lloraras
un ayate pintado dio a Juan Diego.
Por el mismo camino en desventura
asomó Francia con audaz mirada
y al ver tu cara de azafrán y luna
hundió su garra y mancilló tu casa.
El yanqui, tan cobarde cómo siempre,
el insípido rubio equilibrista,
tan codicioso de lo que otros tienen,
creyendo que se compra hasta la vida,
llegó a tu puerto y al mirarte solo
creyó que tú tampoco tenías madre,
clavó en tu faz su enrojecido ojo
y regó sin piedad tu niña sangre.
El oro negro de tu azul entraña
Se convirtió en tu cruz y tu martirio
y atrajo la codicia y la acechanza
del diabólico yanqui, tu enemigo.
Aventureros de la peor ralea
hicieron de la sangre fraticida,
sin el menor rubor, botín de guerra,
y dejaron después mala semilla.
Semilla mala que volvió de Harvard
convertida en solemnes doctorados
y en filosos puñales que en la espalda,
México niño, te hundieron, desalmados.
Se rasgaron entonces las neblinas
con las voces de acero de los hombres
que ayer forjaron tu radiante risa
y en tu honor liberaron cien mil bronces.
Desde el fondo doliente de la tierra,
México niño se escuchó iracunda,
la inolvidable voz de Tata Lázaro,
hecha dolor sin fin bajo su tumba.
Se oyó también la voz triste, doliente,
tierna como la flauta de carrizo
del indio niño que cuidaba ovejas
en Guelatao, a la vera del camino.
Como un sol, por el sur, tras la montaña,
entre las nubes regresó Emiliano
con el mismo fulgor en la mirada
y la verde esperanza hecha de barro.
México niño, no te sientas solo,
tus muertos protectores te acompañan
y se vuelven un índice de fuego
que acusa justiciero, en lontananza.
Tendrán que regresar sobre sus pasos
los traidores llegados desde Harvard,
escaparán cobardes cuando escuchen
las voces de Cuauhtémoc y Cuitláhuac.
Tecnócratas sin patria, te atacaron
y te robaron tu jirón de luna
pero tus lágrimas se harán estrellas
y tú las contarás una por una.
Benito, Tata Lázaro, Emiliano,
Miguel Hidalgo y el humilde Siervo,
José María Morelos, el titánico,
te darán otra vez tu azul del cielo.
No temas nada y canta, que la noche
es el heraldo de una nueva aurora,
tu orfandad ha de ser como un suspiro,
leve como el volar de mariposa.
Caerán vencidos por tus héroes muertos
los que te apuñalaron por la espalda,
volverán, humillados, a su averno
y tú retornarás a tu alborada.
México niño de pólvora y lamento,
con ojos de arrayán y de azabache,
México de cañones en los cerros,
México niño, voz de teponaztli.
Estás dormido porque aguantas clavos
y espinas y calvarios y vinagre
y hiel y humillación, saliva y palos,
hasta que enciendes albas con tu sangre.
Que tu hermana, la isla del azúcar,
se le volvió en la boca amarga al yanqui,
que de rodillas viven en la bruma
los pueblos de esta América con hambre.
Que ya la redención llama a la puerta,
que en Panamá el canal lleva mil lágrimas,
que va subiendo el odio en su marea
y viene por el sur la muerte escuálida.
México niño, duermes, duermes, duermes
en un sopor primaveral de mayo
¡Ay del tirano, cuando tú despiertes!
¡Fulminado caerá, bajo tu rayo!
Se oye en la pauta de la tierra madre
la voz sonora de tu raza mártir,
la magia de tu nombre ha de llevarte
al sendero con luz de los trigales.

Biografía


Gabriel del Río Ortiz nació en la Ciudad de México el 23 de marzo de 1932, como hijo de Cecilia Ortiz Covarrubias y Eduardo del Río Bobadilla.
Estudió actuación en el Instituto Nacional de Bellas Artes, y de su trabajo como actor, que se desarrolló principalmente en teatro, su obra más memorable es Pueblito, película de 1962, dirigida por Emilio Indio Fernández y protagonizada por María Elena Marquéz, Fernando Soler y Lilia Prado.
Fue también declamador, y ofreció recitales en distintos foros de la República Mexicana en los que se presentaba con la poesía de autores como Amado Nervo, Rubén Darío, Gustavo Adolfo Becquer, Federico García Lorca y Ramón López Velarde, entre otros.
Finalmente, dirigió sus pasos hacia el periodismo y trabajo en periódicos como El Zócalo, Novedades, El Universal Gráfico, El Diario de Xalapa, El Mundo de Tampico y Rotativo, donde se desarrolló en ocasiones como reportero y en otras ocupando el puesto de jefe de redacción y director de estos medios.
También fue columnista de las revistas Impacto y Quehacer Político.
En televisión, participó en los programas Sopa de Letras y Nostalgia, conducidos por Jorge Saldaña, además de que condujo emisiones de televisión educativa.
En radio, fue titular de un noticiero para la XEDF durante la década de los noventa, y en el año 2006 condujo el programa Jardín de Imágenes, dedicado a promover la poesía.
Durante más de una década, entre 1981 y mediados de los noventa, fue dueño de La Peña de Gabriel del Río, un espacio bohemio en el que se presentaron artistas de la talla de Las Tres Conchitas, El Che Reyes, Fernando Fernández, y donde se rindió homenaje a personalidades como Emilio Indio Fernández y Julio César Chávez.
Además, Gabriel del Río es autor de los libros de ensayo La Guadalupana es Española y México, País de Traiciones, así como el libro de poemas La Rebelión de las Flores y el de hai-kais Universo Cautivo.
Gabriel del Río Ortiz falleció el 1 de enero de 2008 en la ciudad de Querétaro.


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